
No sabía dónde estaba parada. Si acaso lo hubiese sabido, emprender de nuevo el camino no habría sido difícil. Pero no lo sabía, y por más que miraba alrededor, en ningún momento ví una señal que me diera la más mínima pista acerca de mi paradero. Después de girar sobre mí misma, mirar hacia arriba y hacia abajo, cerrar los ojos y reabrirlos, llorar y gritar, dormir y despertar mil veces, empecé a darme cuenta de dónde estaba. Me encontraba en medio de