La letanía de tus labios
grabó en mi piel
un océano de vida.
Marcaste con fuego
caminos a tu cuerpo
para acercarme a ti.
Nadé. Mordí. Jugué.
Recorrí
los valles de tu vientre
para buscar tu centro,
persiguiendo la noche
que te unía a mí.
Los mapas en mi espalda
y las letras en tu mano,
siempre encarando al viento,
cruzaron la frontera
de las horas perdidas.
Besando tu cuello,
esperando tu abrazo,
respirando tu aliento
cubrí tu silueta con la mía,
comprendiendo a golpe
de amanecer
que mi vida en tu vida,
que tu ser queriendo ser,
que tu boca y la mía,
que quererte beber...
…que la carne de mi carne
vive más allá de tu perfil,
que mi cuerpo y mi sombra,
mi vida,
fueron hechos para ti.