martes, mayo 11, 2010

Al final

Ahora que todo ha terminado, siento la necesidad de soltar lastre y deshacerme de todo lo que me recuerda a ti. Es una pena que tu imagen, esa que sigue escondida entre mis versos, se haya convertido en este dolor que siento en el pecho y que no me deja respirar.

Muy a mi pesar, ya nada es lo mismo. Me dejé llevar sin calcular los posibles contratiempos, y creí hacer lo correcto al envolverme de ti. Te instalé en mi piel, en mis ojos, en mis manos. Guardé el olor de tu pelo bajo mi almohada, alargando las noches en que bebí de tu boca. Te convertí en mis mañanas y en mis sueños. Te tenía entre mis sábanas, incluso cuando ya estabas lejos. Creé para ti y para mí un mundo perfecto, limpio de sombras y mentiras.

Pero la realidad siempre termina por aparecer, y en mí lo ha hecho con toda la crueldad que ha sido capaz de demostrar. Todos los sueños se desvanecen al despertar, y el mío no iba a ser menos.

He de volver a ese punto de mi vida en que aún no existías. He de arrancarte de mí, borrarte de mi mundo para volver a mirarme al espejo sin sentirme invisible. Debo dejar de desearte, de buscarte, de anhelarte. Tengo que conseguir que desaparezcas de cada esquina de esta ciudad que me ahoga, y volver a buscar en otros ojos, en otras manos, el calor que me sigue faltando.

Por eso, ahora que todo ha terminado, te pido que me ayudes a olvidarte. No vuelvas, no me busques, no me nombres. Guárdate el cariño junto a los poemas que te escribí y tíralos bien lejos, donde puedan morir en paz junto a mis lágrimas. Por mi parte, te dejo todo el amor que acuné para ti, para que lo tengas bien cerca cuando te sientas solo, y recuerdes que, una vez, para alguien, fuiste el centro del universo.