sábado, enero 30, 2010

Amanecer

La luz entra limpia por la ventana
calentando mi cuerpo suavemente.

Sonrío en un gesto inconsciente,
ligera,
en paz,
sintiendo cómo el viento acaricia mi rostro.

Abro los ojos lentamente,
tratando de mirar de frente al sol.

Su inmensidad entrecierra mi mirada
en dos lunas menguantes,
que vuelven a ocultarse
impregnadas de claridad.

Amanece.

El mundo sigue girando,
frenético,
pero todo se ha parado en mi habitación.

Las sábanas aún duermen,
las paredes silencian mis sueños, cómplices,
y la gata, a mis pies,
se despereza en un movimiento flemático,
perezoso,
desplegando abiertamente
toda la parsimonia de la que es capaz
su pequeño cuerpo.

Amanece,
y cada poro de mi piel
respira el nuevo génesis.