martes, agosto 28, 2007

Luz



No sabía dónde estaba parada. Si acaso lo hubiese sabido, emprender de nuevo el camino no habría sido difícil. Pero no lo sabía, y por más que miraba alrededor, en ningún momento ví una señal que me diera la más mínima pista acerca de mi paradero. Después de girar sobre mí misma, mirar hacia arriba y hacia abajo, cerrar los ojos y reabrirlos, llorar y gritar, dormir y despertar mil veces, empecé a darme cuenta de dónde estaba. Me encontraba en medio de la Nada, entre lo Absurdo y lo Perecedero, más allá de la Soledad y de la Angustia. Había cruzado la frontera de la Tristeza y la Resignación, y ni siquiera alcanzaba ya a divisar la Derrota. Entonces miré hacia adentro, y sólo entonces, cuando olvidé lo que me rodeaba, vislumbré una pequeña luz marcando el camino.