miércoles, julio 08, 2009



Me consumo.

Esta guerra cuerpo a cuerpo
con la realidad
está dejando marcada mi piel
y mi alma.

La botella de vino me mira
desde la mesita,
callada ante el espectáculo.
Esos aires de complicidad
entre el cenicero y la copa
siempre me abrieron puertas…

Continúo con mi lucha,
tomando la palabra como arma más potente
contra lo inevitable y lo incierto.

Nadie sabe, nadie pregunta.

Nadie me mira de frente
para no ver,
para no reconocer en mis ojos
esta sangrienta batalla
que me nace de adentro.

Agazapada tras el papel y el cigarro,
lanzo al aire improperios y calumnias
que siempre terminan por convertirse
en gritos de auxilio.

Clavo mi estoque de versos a la ausencia;
al amor lo dejé moribundo entre
sábanas y lágrimas;
el deseo se fue extinguiendo sólo,
como una vela que se acaba;
y mi vida,
que es lo único que me queda,
aún pelea frente al espejo,
pidiendo a la imagen reflejada
que no se rinda,
que no sucumba.

Veo al odio y al miedo
batirse frente a frente
tras mis manos de niña.
Mi inocencia se corrompe
ante la imagen,
y, de golpe,
miles de años de historia
caen sobre mí.

Sólo la ternura del felino,
ése que vive conmigo,
en mí,
mantiene mis pies en el suelo
y me cuenta,
con sus movimientos y sus miradas,
que soy fuerte,
que puedo renacer una y mil veces,
que la guerra aún no está perdida.

Pero nadie sabe,
ni pregunta,
si, en la trinchera,
podré resistir las embestidas,
ni cuánto tiempo tardaré
en batirme en retirada.


1 comentario:

Pedro Chincoa dijo...

Me gusta más cuando te expresas en vertical. No sufras amiga. Nadie sabe. Finalmente el destino se burla de nosotros.

saludos.