Libera la presión
que te mantiene
mirando el suelo.
Desafía a la noche.
Camina sobre los cristales
rotos
de viejos pecados.
Evita la piel
de cuerpos sin vida,
hunde en tus ojos
toda la mentira
de la que seas capaz,
y aprende a no hablar
más de la cuenta
en calles oscuras.
Tarde o temprano,
algún desconocido
romperá tu silencio,
y entonces
será tarde,
demasiado tarde,
para volver atrás,
a casa,
con el cuerpo intacto.
Y,
sobre todo,
aprende,
mejor antes que después,
que nadie,
absolutamente nadie,
ofrece su alma al diablo
a cambio de nada.
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