
Al fin perderlo todo.
En realidad buscaba la inconsciencia,
la oscuridad más profunda,
donde todo era válido.
La muerte era una excusa.
En realidad buscaba el dolor,
donde todo lo que te rodea desaparece,
y sólo existe lo que te duele.
La ausencia era una excusa.
En realidad buscaba la ira,
la concentración en un punto,
que era mi abandono.
El mundo era una excusa.
En realidad me buscaba a mí,
perdida en la nada,
sin vida.
Ni siquiera sé cómo empezar a escribir
lo que escribir no sé.
Si describo, demasiado concreto,
si no describo, me pierdo en vaguedades.
Si hay claves, la solución me aterra,
si no las hay, como si no escribiera.
Si dijera azul, me quedaría corta en la imagen,
pero pintaría el universo que da luz a mi alma.
Si dijera sonrisa, sería poco decir,
mas bastaría el concepto para saberme llena.
Si te dijera, sabrías lo que saber no sabes,
pero no digo, y callo lo que callar condena.
Sé que saberlo me quema,
y que ardo y arderé hasta hacerme cenizas,
mas esto que late y crece,
morirá sin morir,
pues ya nació sin vida.
La letanía de tus labios
grabó en mi piel
un océano de vida.
Marcaste con fuego
caminos a tu cuerpo
para acercarme a ti.
Nadé. Mordí. Jugué.
Recorrí
los valles de tu vientre
para buscar tu centro,
persiguiendo la noche
que te unía a mí.
Los mapas en mi espalda
y las letras en tu mano,
siempre encarando al viento,
cruzaron la frontera
de las horas perdidas.
Besando tu cuello,
esperando tu abrazo,
respirando tu aliento
cubrí tu silueta con la mía,
comprendiendo a golpe
de amanecer
que mi vida en tu vida,
que tu ser queriendo ser,
que tu boca y la mía,
que quererte beber...
…que la carne de mi carne
vive más allá de tu perfil,
que mi cuerpo y mi sombra,
mi vida,
fueron hechos para ti.